ERIKA PERALTA Y UNA VIDA A PURO BAILE

Con sólo 24 años, lleva adelante las nuevas clases de Zumba del Club Temperley los martes y jueves. Joven y emprendedora, ganó recientemente un concurso televisivo que contó con Iñaki Urlezaga y Maximiliano Guerra como jurados.

En la sangre y desde la cuna. Así es el vínculo de Erika Peralta con su costado musical, que ocupa gran parte de su vida y a través del cual experimentó de todo: desde la posibilidad de vivir de lo que uno ama hasta saborear las mieles del éxito en una competencia enmarcada en un programa de televisión.
Recién transita los 24 años, pero ya tiene mucho para contar. Por eso, se prende risueña a la charla que surge desde un disparador actual: Erika empezó a dar clases de zumba en el Club Temperley, lugar icónico de Lomas de Zamora, lo que contribuye a ampliar la oferta deportiva y de actividad física para todos los vecinos del Municipio. Las mismas son martes y jueves a las 19.30 y para sumarse no hay más que acercarse al gimnasio de la institución.
A raíz de la novedad, entonces, ella recapitula un poco de su historia: nació en Capital Federal, pero de muy chica el sur se convirtió en su lugar en el mundo. “En mi familia está muy metido el tema de la música”, agrega y enumera a su mamá Marisa, que “desde joven tocó la guitarra y ahora se dedica a aprender a cantar”, su hermano Germán, que “está estudiando para músico en la Universidad de Quilmes”, y a su papá Esteban, que “si bien de joven no tiene registros de nada de esto, a los 40 años se puso a aprender a tocar el saxo”.
Toda esa carga genética, lógicamente, tiene su expresión en Erika. “A los 7 años arranqué en todo este mundo de la danza y la expresión artística”, explica y sigue: “Empecé con gimnasia artística, en un taller que proponía el colegio, pero que era más bien un espacio de expresión artística en el que nos enseñaban coreografías que hacíamos en los eventos del colegio”. Fue en ese marco que, tres años después, encontró a través de sus amigas la pasión de las danzas árabes: “Mi profesora de aquel entonces, Adriana, es la culpable de que me haya metido tanto. Aunque primero lo hacía para divertirme, en un acto me tocó reemplazar a una amiga y estuve chocha. Actualmente, hice carrera con el maestro Amir Thaleb y estoy recibida de intérprete y maestra de danzas árabes, mientras que también estoy estudiando en la Universidad Nacional de las Artes para ser Licenciada en Composición Coreográfica, mención Expresión Corporal.”
Ese curriculum, sin embargo, no existía ni por asomo en un momento de su vida. “No sabía que me iba a dedicar a esto”, confiesa Erika, aunque cuenta que se ha formado también en otras disciplinas (clásico, contemporáneo, hip hop) como complemento. “Es que todo lo que sea bailar me gusta”, sonríe y añade: “Al principio me metí en zumba como una salida laboral más, pero aprendí que es más bien un programa fitness para que la gente pueda hacer ejercicio en un marco divertido”. Es por eso que la propuesta en Temperley resulta apta para cualquiera que esté dispuesto: “Tiene una onda que te motiva a hacerlo. Te divertís, cantás, bailás, hacés ejercicio, conocés a un grupo de gente que está en la misma y generás relaciones y buenos momentos.”
Si de buenos momentos se trata, ella puede ser un perfecto ejemplo. Ocurre que, de la mano de su pasión, Erika llegó a participar y ser ganadora en un programa de baile. Se trata de Cualquiera Puede Bailar, emitido en señal de aire nacional y cuya participación salió al aire en enero pasado. “Vi la convocatoria en redes sociales y me mandé. A los dos días me citaron para ensayar y me puse nerviosa, pero fui con un grupo de chicas, filmamos y nos fuimos. Parecía que era eso solo, pero me volvieron a llamar para un casting en vivo ante jurados, quienes decidían los que pasaban a la semifinal. Tenía la mirada de Maximiliano Guerra clavada en mí, fue muy intimidante, y cuando estaba resignada a que no me tocaba, él me eligió y casi me muero. Quedé paralizada unos segundos y después lo abracé”, recuerda entre risas.
Este capítulo, alguna vez impensado, tuvo sus vaivenes antes del final feliz: “En semifinales, fue Laura Esquivel la que me terminó eligiendo, a pesar de que me había hecho una corrección y eso me hizo pensar ‘ya está’. Pero bueno, se ve que les llamé la atención y pasé a la final. Con haberme animado, en primer lugar, y luego con haber llegado hasta ahí ya estaba orgullosa. Sentía que me había superado, pero en la final creo que mis compañeros estuvieron más nerviosos. Ahí, primero me votó Iñaki Urlezaga y después Esquivel definió y me eligió.”
Más allá del sueño que le disparó el premio (“Me encantaría irme de viaje a Egipto, para nutrirme de cosas nuevas y desafíos, y seguir superándome”), es también un recuerdo imborrable el logro ante su gente más querida. “Me acompañaron dos amigas, Belén y Yesica, también mi abuela Maruja, que es re cholula (risas) pero está en todas, mi mamá y mi novio Martín, que me entiende y me acompaña muchísimo. Todos me apoyan mucho, también mi hermano y mi papá, que no pudo estar ese día por sus horarios de trabajo. Es una carrera difícil y si no te respaldan, vas al muere. Sin confianza, no podés hacer esto”, asegura.
Con confianza y apoyo, entonces, Erika se anima a mirar para adelante: “El baile es mi estilo de vida. Algunas veces pienso en otra cosa, pero siempre vuelvo en mí. Si se da que tengo que trabajar de otra cosa, lo cual puede pasar, la danza va a seguir de alguna manera. Mi proyecto de vida, sin danza, no lo veo.”

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