Federico de Paola es un artista plástico lomense que, gracias a sus murales y pinturas, supo viajar por América y vivir un tiempo en México. De vuelta en la Argentina, se destaca por su estilo único y su constante intervención en eventos artísticos de la cultura independiente local.
¿Cuándo supiste que tu vida iba a estar atravesada por las artes plásticas?
Según mi mamá, desde que era chico que tenía facilidad con el dibujo. En séptimo grado participé en un concurso organizado por la escuela, en el cual había que dibujar un cartel para la fiesta de fin de año. Gané el primer lugar y el premio consistía en una caña y su caja de pesca. Después de eso mi mamá me preguntó «¿querés ir a una escuela de bellas artes?». Le dije que sí y estudié siete años en la escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano.
¿Quiénes fueron y son tus «héroes» o fuentes de inspiración?
Mi abuelo Guillermo, Picasso, Goya, Da Vinci, Guayasamín, Frida Kahlo siempre me incentivaron a dibujar o a tocar la guitarra. La inspiración nace después de la práctica. Sus obras reflejan su corazón.
¿Qué sentís cuando pintás? ¿Varía dependiendo el tipo de obra que hagas?
¡Siento la necesidad de poner color! Cuando veo una pared o un bastidor en blanco, me entusiasmo, me desafío y cuando pongo la música que me gusta, bailo al compás del pincel transformando el cambio. Me gusta bailar mientras pinto, eso me da la soltura y la explosión de material que me gusta para mis trabajos.
Estuviste mucho tiempo de viaje, viviendo de tu arte. ¿Qué le dirías a los jóvenes que tienen inseguridades a la hora de pensar en vivir del arte?
Sí, arranqué a fines del 2010 en un Dodge 1500 del año 78 con dos amigos a recorrer América. El viaje de la Paloma para mí fue, para encontrar un rumbo, una profesión. La sensación de libertad y desapego de la rutina me ayudó a encontrar lo que es mi vocación hoy. Antes del viaje fui operador de autitos chocadores, promotor, empleado administrativo, vendedor de tarjetas de crédito, actor publicitario y docente. Conocer distintas culturas, distintos tipos de arte, distintos países logró sacar de mí lo mejor y lo peor para sobrevivir. A los jóvenes les digo que antes de que se casen, se metan a trabajar en una empresa que los exprima, junten unos mangos, no mucho, y salgan a volar, para mí no hay mejor facultad de la vida que viajar. Todos tenemos algún oficio escondido en nuestras tripas.
¿Qué te parece que está sucediendo con las artes plásticas en Lomas? ¿Hay movimiento?
Hay mucho movimiento artístico, y va en crecimiento constante. Levantás una baldosa y hay un artista groso que espera expresarse. Ya se puede ver en las paredes de las calles de zona sur, sus murales, teatros y espacios culturales que todo el tiempo dan propuestas artísticas. Conozco artistas de Temperley que se desloman por dejar mensajes con sus obras y pelear por los derechos sociales.
¿Cuál es tu pintura favorita? ¿Por qué?
Hay muchas pinturas que me gustan, pero una que me movilizó mucho cuando la vi en vivo y en directo fue «La protesta» de Oswaldo Guayasamin. Sentí un escalofrío intenso en todo el cuerpo, donde me dije: «si esto me produce ver una pintura, es porque el autor logró su cometido». Cuando una pintura genera sensaciones así, para mí es una obra de arte maravillosa.
¿Deseos o anhelos para este 2017?
Lo que más me moviliza es pensar en que la gente empiece a creer en sí misma, que deje de ser materialista. Que pueda expresarse libremente de cualquier forma y modo sin que nadie reprima o critique lo que hace. Hay muchos artistas ocultos y reprimidos que por caer en una rutina o en un formato de vida sistemática, deja de hacer las cosas que más les gusta. También deseo que empecemos a creer más en el arte. Deseo también que la gente se anime a pintar un mural en su casa, que rompa con lo tradicional de la pared en blanco. Cambiar el lugar donde vivís renueva las energías.