La historia de Pablo Bles es una prueba irrefutable de que los sueños pueden cumplirse. Artista de pura formación lomense, empezó a tocar en los vagones de la línea de tren Roca, desde ahí creció hasta ser parte del festival Lomas le canta a Cerati y tiene por delante una presentación imborrable en el Teatro Maipo. Y, de la mano de su guitarra, sueña aún más.
Se llama Pablo Blestcher, pero en la música es Pablo Bles, como para llegar más fácilmente a todo aquel a quien toquen sus notas. Se describe, en un espacio en redes sociales, como “cantautor, soñador, defensor de los sueños perdidos en el horizonte”, una bio que, al adentrarse en su historia, se nota que le calza justo. Es que no es de esos que comenzó con la música desde la cuna. Todo lo contrario.
Nacido en Entre Ríos, creció hasta los 14 años en su Concordia natal. Fue allí donde se encontró con lo que lo trajo a Buenos Aires: no la música, sino el fútbol. “Un día, me citó José Pekerman a la Selección Argentina, a lo cual no pude decir que no”, arranca, soltando alguna risa al rememorar sus tiempos de arquero con futuro prometedor. “Me vine a Buenos Aires casi a los 15 para jugar en el Seleccionado Sub 17. Por recomendación de Pekerman me fui a jugar a Lanús y ahí estuve haciendo todas las inferiores, inclusive algunas pretemporadas con primera, hasta casi los 20 años.”
Camino a Lanús, en uno de los tantos viajes en el Roca, Pablo se encontró con “unos chicos que hacían música, que tocaban a tres guitarras y voces”, momento en el que su vida cambió. “Me llegaron sus letras, su música; me inspiraron ganas de hacer eso yo también”, recuerda y agrega: “Hoy, soy amigo de los tres.”
A partir de ahí, dejó el fútbol y comenzó a meterse en la música, pero esa transición no tuvo nada de convencional. Ni en su abrupto nacimiento, ni en la forma en que se fue dando: “Mis ganas eran las de salir a tocar a la calle, a los trenes. Quería hacer exactamente eso. No soñaba con un Luna Park, con un Gran Rex, como sí sueño hoy, sino que quería hacer música y tocar en la calle. Sentí un fuego adentro que me llevaba por esa meta. No sabía hacer música, no sabía cantar, no sabía tocar, pero como siempre digo, no sabía que no sabía. Me compré una guitarra, aprendí unos primeros acordes y empecé a cantar como me salía.”
Mientras se iba perfeccionando, se adaptó también al cambio de vida que trajo consigo la decisión. “Pasé de hacer algo por lo que me pagaban bien y me salía bien, a hacer algo por lo que no ganaba mucho y tampoco era muy bueno”, reconoce Pablo, pero enseguida reafirma el camino elegido: “Lo que pasó con la música es que me apasionó desde el primer momento, sin siquiera ser músico, y es el día de hoy, 15 años después, que me apasiona cada día más. Cada día quiero mejorar más, ser un mejor artista para brindar un mejor espectáculo.”
Así, fue subiendo. Atrás quedaron los vagones del Roca, pero ya un puñado de público empezaba a serle fiel, y él fue cambiando de escenario, de hábitat. En ese mundo que se le abrió apareció el festival Lomas le canta a Cerati, que para él fue por demás especial. “Tuve el honor de ser elegido entre tantos artistas lomenses para representar a uno de mis referentes. Fue un placer, fue un desafío, fue ponerme la 10 y salir a la cancha”, explica, con el gen del fútbol visible a través de la metáfora. “Salimos a representar a Gustavo, tanto mis compañeros como yo, en un teatro lleno de gente y de expectativas. Todo se estaba dando bien desde la organización, entonces faltaba la frutilla del postre que éramos nosotros, los músicos. Todo lo demás ya estaba hecho y estaba bien hecho, así que lo viví con mucha responsabilidad, con mucha alegría y honrado de que me hayan elegido”, completa.
Inclusive, hubo un momento mágico dentro del festival, porque, dentro del vasto repertorio de Cerati, a Pablo le tocó interpretar Cosas Imposibles. Un tema que tranquilamente podría ser la banda de sonido de su película. “Es una canción que me hace mucho sentido, porque soy de los que creen que a ‘imposible’ le sobran dos letras. ‘Quiero hacer cosas imposibles’ es lo que me mueve. Cuando el entorno me dice que alguna de las locuras que se me ocurren es imposible o no es para mí, ahí es cuando más me esfuerzo y me esmero en poder hacerlo, para demostrar que es posible la vida que queremos vivir, soñar y abrazar los sueños.”
En su camino de evolución, el aporte de Lomas de Zamora le allanó el terreno, no sólo como reducto en donde la cultura y la música tienen su lugar, sino particularmente con el Teatro en el que muchos de los artistas pueden tocar. “Se abrió un espacio importantísimo para todos los músicos”, subraya Pablo. “Muchos, si no fuera por este teatro, no contarían con la posibilidad de montar un espectáculo. Yo lo comparo mucho con La Trastienda; la vez que toqué allí fue con un sonido impresionante, con una puesta en escena muy buena, y a esa altura está el costo que implica. Acá, todos esos costos ya están sorteados. Lo único que tenemos que hacer es ir y tocar”, desarrolla.
Si bien ya dio un salto considerable, su historia está lejos de terminar. Nuevos objetivos surgen a cada paso y uno de ellos está próximo: el viernes 15 de diciembre presentará su nuevo disco La Casa por la Ventana, nada menos que en el Teatro Maipo, que forma parte del epicentro que es la calle Corrientes y en el que tendrá un espectáculo a medida, El Maipo por la Ventana. Sobre esta nueva oportunidad, declara: “Desde que decidí que la música iba a ser mi camino para toda la vida, me agarró un sueño grandote que es llegar al Gran Rex. Presentarme para todo ese puñado de gente que elija esa noche ir a verme, comulgar con mis canciones en un lugar que para mí es muy preciado. Hoy, estamos trabajando en este camino hacia allá, con objetivos un tanto más cercanos, menos ostentosos, pero no por eso menos importantes. Los sueños se van agrandando y con ellos las apuestas, por eso ahora vamos por este desafío de llenar el Maipo.”